El anterior 31 de enero, a través
de una transmisión vía Facebook por el sitio oficial de editorial El Cuervo, se
realizó un encuentro virtual con Rodrigo Hasbún; el encargado de dirigir la
conversación hacia derroteros más específicos (hablar de su obra, sus
influencias, sus opiniones sobre lo que se escribe ahora en el país y demás)
fue Gustavo Munckel Alfaro, también escritor; fue un encuentro interesante,
aunque siendo sincero con ustedes, demasiado previsible cuando llegó el momento de hablar de la coyuntura actual
de la producción boliviana.
A mitad de la transmisión llegó
la pregunta clásica sobre las influencias literarias, Rodrigo Hasbún nombró a
Carver, a Flannery O'Connor, a Onetti, a Ribeyro y a muchos otros grandes autores; no
obstante, Rodrigo olvidó mencionar a otros nacionales más clásicos, no sé,
Boero Rojo, Prada Oropeza, quizá Arguedas, Céspedes, Zamudio; en fin, luego
Gustavo preguntó otra cosa: “¿Qué opinas
sobre el panorama de la literatura nacional, ahora?”, a lo que Rodrigo
respondió lo que siempre responde cuando se le hacen este tipo de preguntas: “Yo he estado menos atento de lo que quisiera a lo que
se ha estado publicando últimamente”; y bien, ambos, Gustavo y Rodrigo, para no
ralear la mención de la narrativa boliviana, mencionaron a los autores más
próximos a su entorno de producción (Paz Soldán, Rivero, Colanzi, Barrientos,
etc.); ergo: como ya se sabía que conversarían; además, resaltaron que estos autores habían sido el boom narrativo de principios de siglo XXI en Bolivia, que ellos habían quebrado el
molde, que se desviaron de lo tradicional hecho en la literatura boliviana y ya, es decir,
hablaron de lo mismo, sin mencionar a nuevos narradores; ya sabemos
que Colanzi, Barrientos y los demás son buenos, nadie se los cuestiona; pero
olvidar a Lema, a Urquiola, a Callapa, a Ruiz Plaza, a Pacheco, a Requiz, a
Michel, que sí resaltaron, y mucho, estos últimos años, me pareció preocupante, quizá porque ambos autores (Hasbún como invitado, Alfaro como entrevistador), no deseaban hablar de autores que sí podrían opacarlos de alguna manera.
Arturo Orías hablaba de esto en
sus estudios sobre lo propio-nacional y la apreciación del entorno, siempre y
cuando este entorno sea uniforme a los intereses (sociales, racializados, políticos) de quien habla. El filósofo,
autor de la “Crítica al memorismo” y otros grandes trabajos sobre lo educativo y lo cultural, criticaba de
manera contundente esa afición provinciana de mencionar solo lo que uno tiene
de su lado y olvidarse de la contraparte productiva; me refiero a los colegas que no son de su "entorno" (social, racializado, político).
En este sentido, no leer lo que
Bolivia produce no nos vuelve un país más enajenado o malo, solo nos transforma en un territorio vulnerable
y ajeno a nosotros mismos.
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