EL FRENTE TRICOLOR (Una historia testimonial de la guerra en Bolivia)



CANILLITAS – NUEVA QUILLACOLLO – COCHABAMBA

 

[Sentado a orillas del césped de su patio delantero, Juan Tejada me alcanza un vaso de chicha y me ordena beberlo junto a él: esa fue la única condición por la que accedió a la entrevista. Antes de la guerra, Juan no solo trabajaba como médico en Ixiamas: fue el primer epidemiólogo en desarrollar una vacuna definitiva contra el Papovavirus y, por ende, en ser el primer boliviano considerado para el Premio Nobel de Medicina]

            La guerra comenzó para mí cuando un tipo me dio una bofetada y me ordenó subir al camión de reclutamiento. No permitieron que les mostrase ni mi cédula de identidad, ni que llamara al Ministerio de Salud para que se confirmara que yo era quien decía ser... Estábamos con mi equipo en Ixiamas cuando todo se desbordó en Cochabamba y como necesitaban ayuda, nos llevaron allá a la fuerza.

            ¿Me está diciendo que no sabían quién era usted?

            Sí, no lo sabían, y creo que si lo hubieran sabido, no les habría importado la gran cosa. Después de que todos los integrantes de los principales poderes estatales (incluido el presidente) fueran devorados en Cochabamba, solo quedaron las fuerzas armadas al mando y como ellos no se destacaban por su inteligencia, decidieron hacer lo único que sabían hacer: atacar a lo bestia... y así pues, nos condujeron a la primera batalla, donde perdí a mi equipo y donde casi morí. Los pocos sobrevivientes nos replegamos al Chapare durante unos meses, sin saber que Cochabamba sufriría más por las pérdidas que por la plaga, como sucede siempre cuando una enfermedad nueva aparece...

            ¿A qué se refiere por pérdidas?

            Me refiero al pánico y al caos del principio. Sabe que un mordisco de un infectado significa infección ¿verdad?; pues bien, antes de la guerra, el promedio de natalidad era muy alto en Quillacollo. De cada diez mujeres fértiles, siete eran madres de niños que oscilaban entre los recién nacidos y los cinco años de edad. ¿Y sabe quiénes fueron las primeras víctimas? El ejemplo es clarísimo: imagine que es una madre que escapa con su bebé y se da cuenta de que ellos están por todas partes; terminan rodeándola, el bebé le retrasa, usted se defiende; pero son muchos ¿no sería obvio seguir explicando?... esas madres sabían que les habían fallado a sus hijos y nada las pudo consolar; y bueno: Cochabamba entera perdió a más mujeres por suicidio al recordar que no pudieron proteger a sus hijos, que por la infección en sí.

            Todas las plagas y epidemias presentan esta característica al principio: si no se muere por enfermedad, es por suicidio [se aclara la garganta y mira hacia su casa]. Incluso yo estaba por hacerlo, pero terminé uniéndome al Frente Amarillo del padre Obermaier: su único requisito de entrada fue usar un “combo” como arma.

            ¿Combo?

            Sí, un martillo enorme, un “combo”... Increíblemente, funcionó mejor que los fusiles.

            ¿Por qué?

            Porque muchos de los soldados no podían apuntar a la cabeza de los infectados, que eran lentos, lo sé, pero estremecían por su apariencia y por su esencia: muertos que caminan, que comen carne y que pueden mutar dependiendo de la temperatura y del nivel de radiación... ¡imagínese esa combinación! Solo con un combo se les podía eliminar: directo al cerebro, ya sabe, como en las películas...

Ya que la guerra ha terminado, ¿continuará con sus investigaciones?

            Quiero comenzar de cero; pero también quiero olvidar... A veces creo que luchamos más de cinco años; pero el tiempo no miente... Y lo que me apena más es que mi fama previa a la guerra no sirvió para evitar perder a mi familia o evitar que mi esposa decidiera hacer lo que hizo después de perder a nuestra hija... [Juan calla y luego se disculpa, porque le falla la voz. Terminamos la chicha y la entrevista].


CHUQUIÑAPI – LAGO TITICACA – LA PAZ

 

[Desentierran los filetes de cerdo y ponen uno sobre mi plato, que está lleno de papa, también cocinada bajo tierra. Wathía, me indican, señalando el plato. Yo les agradezco. El padre Pascual Limachi está sentado a mi derecha y hay siete personas acompañándonos: cinco ancianas y dos niños. “Los jóvenes están en las ciudades”, me dice una de las primeras. Y tiene razón: están en el programa de Repoblación en Nueva Calacoto, La Paz. El padre Pascual tiene la frente ancha, calza gafas y sus manos no paran de temblar mientras habla]

            La Iglesia Católica hizo mucho mientras los k´aymas amenazaban a la humanidad.

            ¿K´aymas?

            Así les llamamos a los infectados: k´aymas; es decir, gente seria y estúpida, gente que no ríe... Y nosotros, que respetamos la vida y la creencia en nuestra Iglesia, quisimos ayudarlos al principio a través de los medios...; dijimos que eran personas que necesitaban de nosotros, y el mismo Sebastián [se está refiriendo a Sebastián Obermaier] intentó demostrar, en una trasmisión por CVC, que un infectado era un ser sin Dios, y no un infectado capaz de comer carne humana. ¿Vio la transmisión?

            No, no recuerdo haberla visto...

            ¡Fue macabro! Creo que si Sebastián no fuera como es, lo habríamos perdido. También fue cosa de suerte, porque cuando el k´ayma en cuestión lo atacó Sebastián iba vestido con una sotana ancha y a él, que no es manso, le bastó con dar el golpe con el crucifijo para “calmarlo”... y el resto, hijo, como sabe, es historia.

            ¿Está diciendo que aquel fue el origen para la “eliminación piadosa”, la polémica práctica de la Iglesia durante la guerra?

            Sí... al menos en Latinoamérica... [titubea un poco, luego pone y levanta una y otra vez el índice de su mano derecha sobre la palma abierta de la otra mano]; pero fue una idea que fue aplicada primero por los sacerdotes y luego asimilada por la Iglesia como “práctica piadosa”; no debe confundirlo con el movimiento del padre Sergei Ryzhkov, en Rusia [levanta ambas manos, las baja y suspira]. Al principio luchamos junto a Sebastián en el Frente Verde de La Paz, bendiciendo a los primeros soldados y ¡desgraciados de nosotros, pero sabíamos que solo él y yo podíamos hacerlo: ejecutando a los que se infectaban, pero bendiciéndoles antes con la extremaunción! Fue terrible e hijo, como sabrá, después de la derrota de Río Seco, los militares ordenaron llevarse a Sebastián a Cochabamba para realizar lo mismo allá, mientras yo me quedaba acá, con el mismo propósito...

            ¿En las batallas de Río Seco y de Cosmos 79, usted...?

            Apenas logré salir vivo de la batalla de Río Seco... es decir, de la primera y más grande derrota que sufrimos los del Frente Tricolor. Alentaba a los soldados asegurándoles que esos seres eran posesos del Infierno y que no podíamos ser derrotados por el Maligno y sus huestes. Y les dije que todos nosotros éramos los enviados de Dios Padre y que Jesús estaba en cada uno de nosotros... pero en ese momento no sabíamos cómo eliminar a los k´aymas. Muchos de mis muchachos murieron desesperados, porque ¿cómo matar a un enemigo que no puede morir porque ya está muerto?; en la Biblia, Dios triunfa; pero nuestra realidad fue otra: mis soldados murieron desengañados... murieron viendo a sus hermanos en Cristo siendo devorados en vida, mientras me veían a mí, ordenando la retirada... [titubea] y como debía seguir con mi obra, después de luchar y sobrevivir durante mucho tiempo, participé en la batalla de Cosmos 79 y ya no me ocupé solo de bendecir a mis soldados y de realizar la “práctica piadosa” con mis moribundos. Seguí el ejemplo de Sebastián con el Frente Amarillo: los armé a todos con martillos y cruces de hierro que sacamos de las iglesias alteñas. Fue casi una batalla delas de la Edad Media: una especie de cruzada para ganar estas tierras. [Las ancianas dejan de comer y se enjugan las lágrimas; el padre Pascual les dice en aimara que se calmen y que sigan comiendo]. Después de la derrota de Río Seco, intentamos sobrevivir en los barrios de la periferia durante casi tres meses; ¿puede alguien creer los números de bajas que tuvimos?, de quince mil soldados, solo dos mil fuimos los sobrevivientes e imagine, hijo: nuestras trece mil bajas se habían adherido a los infectados... ¡despertando a una nueva existencia para comernos...! Esos tres meses parecieron una eternidad y cuando ya estábamos comenzando a pensar que todo estaba perdido, unos adolescentes nos rescataron: tenían armaduras de lona y palos con clavos y bolas de hierro unidas a cadenas [el padre Pascual se está refiriendo al Nuevo Frente Verde], ellos fueron los que nos trasladaron a Nueva Calacoto: esa ciudad detrás del muro que había construido la alcaldía cuatro años antes de la guerra, para erigir allí el proyecto Metrópoli. ¡Imagine, hijo, a casi cinco millones de personas tratando de vivir en una especie de favela, construida en la antigua Calacoto! Aprendimos a vivir juntos, a pesar de codearnos entre indios, blancos y mestizos, socialistas y demócratas, ateos y cristianos... Dejamos de ser licenciados, doctores, actores y filósofos. Aprendimos a cultivar papa, a criarlos pocos animales que pudimos rescatar de los k´aymas... y el clima nos favoreció, Dios Padre gracias, y tuvimos las suficientes comodidades para preservar los alimentos. Estuvimos organizándonos como una comunidad en Cristo Nuestro Señor, hasta el anuncio dela Conferencia de Honolulú, que nos conminó a organizar a los aptos para la batalla final de Cosmos 79, esa zona previa al altiplano, donde los k´aymas hervían en olas horrorosas que se extendían hasta las fronteras. Fue una batalla dura; pero estábamos listos, pues si todos habíamos sobrevivido hasta ese momento, sabíamos que podíamos luchar contra ellos...

            ¿Sabía algo de la guerra en el resto del mundo?

            Sinceramente, muy poco. Supe del Gran Pánico al principio... antes de que el Internet se cortara y que solo tuviéramos la radio para enterarnos de todo... y supe lo de la Conferencia de Honolulú, mas, sí sabía que seguía al servicio de la Iglesia Católica por medio de comunicados radiales desde el Vaticano y así seguí, hasta la batalla de Cosmos 79, cuando me reencontré con Sebastián y su Frente Amarillo, venidos del valle. Ellos nos informaron sobre lo que pasó en Jujuy, antes de lo de Maduro...

            ¿Por qué cree que Bolivia resistió la guerra mejor que los demás países?

            Por nuestra fe, hijo, por nuestra fe. La batalla de Cosmos 79 fue una señal de Dios Padre para todos nosotros, porque cuando estuvimos a punto de perder recibimos la ayuda del Frente Amarillo. Tan solo recordarlo me da mareos: ¡más de siete millones de k´aymas venidos de todas partes, llenando el altiplano como un manto podrido, contra solo medio millón de nosotros, que éramos casi todos empíricos!

            ¿Empíricos?

            Sí. Los que, antes de la guerra, fuimos sacerdotes, pastores o intelectuales que aceptaron la reeducación de los campesinos en Nueva Calacoto. Y no fuimos solo hombres. Fueron también mujeres que habían perdido familias enteras... [Se inclina y me susurra] ¿Sabía que el Frente Amarillo de Cochabamba tuvo muchas más mujeres que hombres y eso significó su victoria, pues ellas buscaban vengarse por perderlo todo? Y sí, le confieso que no hay en el mundo guerrero más sanguinario que una mujer que lo ha perdido todo...

            ¿Cómo se siente, ahora que el Nuevo Gobierno lo ha condecorado junto al padre Obermaier?

            Me siento decepcionado porque ellos se han olvidado de condecorar a las madres por su valor. Ellas hicieron el trabajo duro, yo solo hice lo que pude [se mira las manos]. Ahora [señala hacia el norte], me conformo con socializar la palabra de Dios en estas comunidades y olvidar la guerra. Es increíble que las poblaciones cercanas al lago no sufrieron el acoso de los k´aymas...; no me pregunte cómo fue posible. Quizá el que estas zonas estuvieran siempre olvidadas por el mundo... hizo que hasta la plaga y la guerra las ignoraran...



HACIENDA GAVIRIA – PORTACHUELO – SANTA CRUZ

 

[La Hacienda Gaviria está siendo reconstruida y el que controla a los albañiles calza un par de lentes de aviador Knoxville, una camisa Armani, unos pantalones de mezclilla de Ralph Lauren, unas botas de piel de lagarto Victorino y se llama Estanislao Gaviria, tiene sesenta y siete años pero parece de cuarenta por la jovialidad que transmite y la salud de hierro que posee; antes de la guerra, Gaviria fue conocido por asesorar a grupos políticos de África, Asia y Centroamérica para la realización de golpes de estado. Gaviria fue perdonado por este pasado, ahora es un héroe de guerra]

            ¿Qué puedo decirle a usté de la guerra que ya no sepa por boca de otros?; le resumo mi trabajo, y pa que no se me queje, se lo resumo de un lado pa otro: trabajé desde mis dieciséis años con militares que gobernaban a pobres en África. Fui asesor de Noriega un tiempo y fui testigo del asesinato, el ochenta y cuatro, de Óscar Arnulfo Romero, en San Salvador, cuando yo solo era un sicario de la ultraderecha allí (¡ojo que yo no lo maté!); durante los noventas pude aprender de Pol Pot cuando este vivía en los límites de Camboya y Tailandia; también fui amigo del subcomandante Marcos. Viví mucho y disfruté mucho también, y vaya usté a saber qué me empujó a quedarme a vivir acá, en Santa Cruz [Mira a una mujer caminar de un extremo a otro de la calle y me mira sonriendo, hace con la mano un gesto obsceno dirigido a ella]. Quizá la respuesta está frente a nuestros ojos... Bolivia tiene muy lindas chimbitas, tanto en Oriente como en Occidente... y ahora, como hay programas de Repoblación... ja já... bueno; pero me estoy desviando [Se aclara la garganta]. La guerra llegó tarde a Santa Cruz y tuvimos tiempo para prevenir y eliminar a quienes nos estaban jodiendo la existencia: nos autoproclamamos el Frente Rojo de Santa Cruz.

            Hay muchas teorías sobre el origen del nombre del Frente Rojo...

            ¿Cómo así que usté no sabe el origen real del nombre de este Frente y siendo boliviano todavía? [Quiero informarle que no estaba en Bolivia durante la guerra, sino en la sede permanente de la ONU, en Manhattan; pero sigue hablando]. Nosotros nos bautizamos como el Frente Rojo porque éramos sanguinarios y porque teníamos huevas y machetes para cargarnos a los infectados... y era bacán saber que La Paz era el Frente Verde, porque muchos de los sobrevivientes eran muchachitos (verde de inmaduro, ja já), y Cochabamba era el Frente Amarillo, lleno de mujeres y comandados por un curita que no era pura carreta, sino pura lucha... Nosotros completábamos la tricolor y fue, en cierta medida, un buen modo de trabajar, porque rescatamos gente del Beni y de Pando e hicimos la limpieza del estado boliviano en forma de media luna, hasta llegar a la ciudad de Potosí, que fue donde visitamos la Ciudad de Dios...

            ¿El Frente Rojo tuvo dificultades al principio?

            Pues sí, usté sabrá que, como la guerra vino demasiado tarde a Santa Cruz, necesitábamos estar brillantes y aceitados para cualquier eventualidad; pero nuestros soldados no estaban motivados para enfrentarse a seres que parecían los zombis de las películas de ese otro Romero; no, no hablo del curita salvadoreño del que hablé hace un suspiro... hablo del director gringo... bueno, creo que mi memoria necesita papayita y yuyo [me señala a otra mujer que camina a la distancia; Gaviria carcajea y me da un ligero codazo de complicidad]; se dará cuenta que no soy tan viejo, ¿verdad?; bueno, hombre, no me iré por las ramas: la motivación era la clave y como supimos de las masacres de Oruro y de El Alto, y que el Frente Verde paceño había perdido a casi todos sus soldados en Río Seco (y que los sobrevivientes estaban más perdidos que papa en burdel), decidimos agrupar a nuestros jóvenes y armarlos bien. Para motivarlos mucho más, conectábamos parlantes a equipos de sonido y hacíamos tocar, antes de cada enfrentamiento, Raza de Bronce, de Alcohólika...

            ¿Por qué Raza de Bronce, si es una canción colla o andina?

            Eso pensaba yo, pero si usté se pone a analizar a fondo, la mayoría de los cruceños de esta generación tienen, en alguna parte, un pariente colla... Además, les servía pues para darles valor. Y ahí lo ve: nos fue bien, tan bien como a nadie. Fue una lucha de dos años para librar a Santa Cruz de los infectados y hacer rescates en Beni y Pando, poner guardianes en las fronteras y, así, comenzar el reconocimiento de terreno para ir a ayudar a los otros Frentes... fue un proceso lento ir hasta Sucre y Tarija a limpiarlo todo y aceptar, sin enloquecer, los cambios de los infectados...

            ¿A qué clase de cambios se refiere?

            ¡A cambios de toda clase, hombre! Encontramos infectados fundidos unos con otros, como si un proceso de mutación los hubiera convertido en algo más macabro de lo que eran; unos tenían mandíbulas desmontables, seguidas de gargantas flexibles que salían disparadas como lenguas de sapos para infectar a distancia y otros, otros tenían pechos plegables... es decir, pechos que se abrían como si tuvieran consciencia, y las cajas torácicas abiertas, con las costillas astilladas, podían servir para herir e infectar amis soldados; incluso usté se sorprenderá cuando le cuente que, cerca de la plaza principal de Sucre, ¡encontramos a una infectada de tres metros de altura!, con el vientre que abarcaba las tres cuartas partes de toda ella y que llegaba al piso, y los ojos que parecían más grandes de lo normal y al matarla ¿sabe qué descubrimos?, ¡pues algo horrible! ¡Su cuerpo estaba pariendo nuevos infectados de todo tipo...! Sí, sé que resulta difícil de creer y uno siente que está con el Jesús en la boca y la pinga en la garganta, pero sabemos por qué los infectados mutaron de forma tan verraca: por las primeras bombas atómicas que estallaron en Jujuy, cuando su presidente lo ordenó antes de suicidarse... y bien, ya sabemos que la radiación puede hacer eso... pero, siendo, descubrir lo de Potosí fue lo peor...

            ¿Qué sucedió en Potosí?

            Lo peor, hombre, lo peor, ¡Potosí fue la pesadilla de todas las pesadillas; y prefiero a los infectados mutantes del sur, que ir de nuevo a Potosí...! Imagínese usté llegar a esa ciudad fría y encontrar, al extremo sureste, una muralla enorme, como si fuera una copa de whisky gigante y de cemento. Y, pues, nosotros vamos, tocamos los portones en los que hay un letrero que dice: “Solo los salvos merecen el ingreso”. Seguimos insistiendo en las puertas, mis soldados y yo (casi doscientos mil, imagínese); al final, nos encabritamos y por Dios de los dioses que forzamos la puerta y entramos; ¿y qué nos encontramos?, pues eso que nadie está infectado allí y el alcalde de aquel pueblo cristiano nos dice que gracias a “Yo Soy El Que Soy” y al profeta Ricardo (así lo dijo) aquel lugar es “salvo”, que no necesita de pecadores para vivir y que nos señala como tales... Para ese entonces, el Frente Amarillo ya había ganado la batalla de La Coronilla con impresionantes estadísticas: ¡diez mil madres de familia, tres mil varones y un sacerdote anciano habían eliminado a casi tres millones de infectados!, y pues ellos, como bien sabe usté, en ese momento ya se estaban dirigiendo a La Paz para ayudar a los otros en la batalla de Cosmos 79... ¿Y nosotros?, claro, nosotros estábamos descubriendo que la ciudad del señor Claure había sobrevivido gracias a la creencia que crucificar a treinta ciudadanos por trimestre aplacaba la ira de su Dios...

            ¿Crucificar...?

            ¡Pues sí, crucificar! ¡Los malditos creían que, alimentando a su Dios con treinta crucificados cada trimestre, ahuyentaban a los infectados y no solo crucificaban a los escogidos por las revelaciones oníricas del profeta Ricardo: los torturaban, imitando todo lo que le hacían al Jesús de la película de Mel Gibson!; ¡ante eso, no supimos cómo reaccionar!

            ¿Y qué decidieron hacer al final?

            Les dejamos con su locura e intentamos olvidarlos... solo después nos enteramos de que la Ciudad de Dios sufrió de una epidemia y todos murieron; ¿y sabe por qué? [Niego con la cabeza] ¡Como ellos no tenían ganado y sus reservas se habían acabado, el profeta Ricardo anunció la revelación divina en la que “Yo Soy El Que Soy” le ordenaba bendecir la carne de los crucificados para salvar a su santo pueblo del hambre y así su simiente perduraría en la tierra...! ¿Y quiere saber qué pasó después? ¡Pues hicieron unas buenas parrilladas con la carne de uno de los infelices, que estaba infectado con cólera y sífilis!


COSMOS 79 – EL ALTO – LA PAZ

 

[Andrea Gálvez recoge los cadáveres de los infectados. Hace este trabajo junto a cincuenta personas. Es la segunda vez, desde el final de la guerra, que hay una limpieza en este lugar, el cual simboliza la mayor victoria boliviana en contra de la plaga andante. Andrea era agente de policía antes de la guerra y también participó en el Plan Vicuña, organizado a finales de la misma por el Gobierno Latinoamericano del Abya Yala]

            Yo era policía y trabajaba con la FELCC atendiendo denuncias de maltrato a mujeres y niños, y todas esas cosas. Cuando llegó la guerra a Bolivia, ya era tarde para reaccionar. Como los niños infectados eran más rápidos y escurridizos, ellos fueron los que infectaron primero a las personas ese jueves, en la 16 de Julio: seis niños mordieron a quince personas, que terminaron muriendo y se levantaron nuevamente, y estas mordieron a otras quince personas y así la cadena fue creciendo y para el tercer día ya estábamos todos mis colegas y yo sitiados en el segundo piso de la FELCC, mirando al enjambre de personas infectadas. Para entonces, el Gobierno había armado la primera versión del Frente Verde, que subió a El Alto, equipado con cascos grandes y fusiles venezolanos de última generación. ¿Para qué?, los destriparon en Río Seco y nosotros seguimos sobreviviendo... Subiendo a casas de cinco pisos, incendiando coches para que explotasen cerca de los infectados... Así pasó tanto tiempo como es difícil de creer. Cada día morían personas por el hambre, por la enfermedad, por los suicidios. Y los que nos salvaron, después de varios meses de esfuerzo, fueron los muchachos de la zona de Santa Rosa y Achocalla; ellos fueron los que nos rescataron. Eran casi niños cubiertos de lonas y armados de muchas formas. Se autoproclamaron el Nuevo Frente Verde; muchos eran fans de esos juegos en red donde se mata a zombis y monstruos, y les pareció pan comido el matar a zombis de verdad. Eran cerca de mil y durante meses enteros los muchachos engrosaron su grupo hasta alcanzar los diez mil integrantes, ¡imagínese su efectividad! Nos rescataron y llevaron hasta Nueva Calacoto, y allí los sobrevivientes logramos continuar con nuestras vidas.

            ¿Logró participar plenamente en la batalla de Cosmos 79?

            ¡Pues claro, si incluso luché junto al padre Pascual, con mi combo de hierro y una cruz!, vi cómo los infectados nos estaban por superar y cómo aparecieron las huestes de mujeres del padre Obermaier... Luchamos todos juntos por casi cinco días hasta ganar y, cuando queríamos festejar, un destello nos asustó terriblemente...

            ¿Un destello?

            ¡Pues claro!, vimos un destello en el horizonte; y al otro extremo, otro... y así, destellos rodeándonos a lo lejos, en medio de nubes sucias... ¿y sabe?, esos destellos eran las bombas atómicas que estallaron en Brasilia, Montevideo y Lima, enviadas por el presidente Maduro... No se podía pensar bien de un tipo que juraba ver a Chávez hasta en los pajaritos... ¡Él había informado, en un comunicado global por radio, que había decidido terminar con el dolor de los países que estaban sufriendo el ataque capitalista creado por la empresa Monsanto!... Pues bien, esa semana se realizó aquella conferencia y los sobrevivientes del Cono Sur decidieron fundar el Abya Yala, el flamante Gobierno Latinoamericano, ¿y sabe?, nuestra primera misión fue matar a Maduro: organizamos el Plan Vicuña, antes de que nos mandara uno de sus “cohetes revolucionarios”... una cosa fue la primera bomba, la de Jujuy, siete meses antes del cese de la guerra, y otra fue la amenaza real de un loco pseudosocialista...

            ¿Qué importancia tuvo usted dentro del Plan Vicuña?

            Me pregunta algo obvio, colega... [saca del bolsillo de su overol un collar que tiene veintiséis dientes que actúan como las cuentas de un rosario; en la parte central, entre una hilera de dientes y otra, hay un globo ocular seco; me lo da para que lo revise]. Le soy bien sincera y le digo que no lo maté por mí: lo maté por la memoria de mis hijos y tengo el collar para aceptar que puedo empezar de nuevo, esta vez sin riesgos... [Se toca el vientre. Está inscrita en el proyecto de Repoblación del Gobierno y tiene cuatro meses de gestación: pronto dejará de trabajar para vivir con el bono pediátrico; me sonríe y recoge con la pala lo que parece una cabeza: la arroja a la carretilla]. Si me pregunta, le diré que valió la pena. Fui parte del Frente Tricolor con orgullo... ¿Que los bolivianos son católicos asesinos y cristianos caníbales?, así bromean; pero ya no importa. Fuimos bolivianos, quizá somos los sobrevivientes... pero el mejor nombre que podríamos llevar, ahora, es el de “hermanos”... Creo que me quedo con eso, ¿y usted?


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