Imagen extraída de Facebook (Créditos: Q R S C)
Vaya, desde siempre el poder político ha visto al arte con desdén, que no me vengan a decir que en los tiempos de Evo Morales las cosas no eran así; es decir, extrañamente (guiño guiñito guiño) el gobierno del MAS aceleró, con cuetillos, sahumerios y yatiris, iniciativas para congraciarse con los artistas: los Premios Eduardo Abaroa o Intervenciones Urbanas son tristes ejemplos de ello; pero hicieron énfasis de todo esto solo en los últimos años de su gestión; ojo, cuando Evo Morales ingresó al poder, a mediados de la primera década de este siglo, prácticamente se cagó en el mundo artístico, siendo indiferente también a la salud y a la educación (que de hecho son aspectos más básicos para satisfacer la pirámide de necesidades del ser humano). Sus prioridades eran otras, como establecer una imagen de pseudodeidad bondadosa que se comunicaba con el pueblo y tenía un gran criterio descolonizador en sus discursos y, si no era él, pues ahí estaba su segundo al mando, el gran “intelectual y matemático” que se fue despintando con los años con su propia lengua, como una gata que se baña en la sombra.
Pero el problema no solo fue del
MAS, del MNR, de la ADN, de SOL-BO o de este gobierno transitorio y (perdónenme)
incapaz; va más atrás y más allá.
En los gobiernos pasados, con Gonzalo Sánchez de Losada, Jaime Paz Zamora, Hugo Banzer y hasta
remontarnos al gobierno que “recuperó” la democracia (Victor Paz E.), la
cultura (y esto incluye a la educación) no fue vista como una prioridad. Y si
vemos a otros países de este continente, también nos toparemos con este
problema. ¡Diablos, el poder político se caga en el arte, pero no solo en el
arte, sino también, y repito, más primordialmente en la educación!
La relación es lógica a la par de
terrorífica: sin educación, las nuevas generaciones no podrán comunicarse bien,
sin una buena comunicación, no podrán explorar ni dominar facetas abstractas y,
por ende, no lograrán comprender su cultura y mucho menos su arte.
¡Una sociedad que descuida su
salud y su educación también descuida su arte y, más preocupante aún, su
cultura!; en síntesis, el descuido no solo es responsabilidad de sus gobiernos,
sino también de las personas que deciden elegir a estos gobiernos para ser
sometidos.
Sí, hemos sido gobernados, desde
mediados de los ochenta del siglo pasado, por gente que no priorizó ni a la
educación ni a la salud, ni al arte ni a la cultura, en ningún momento.
Y ahora, con la cuarentena que ya
cumple más de sesenta días, no me digan que el arte (literatura, teatro, cine) no les ha ayudado a tolerar al menos un poquito sus agradables existencias...
Bronislaw Malinowski afirma en su
libro “Una teoría científica de la cultura”, que la cultura necesita reinventarse,
reintegrarse, reinterpretarse para seguir existiendo, y solo lo hará a través
de la recuperación de una memoria que reconozca los aciertos y errores de
nuestros ancestros. Si la cultura es todo lo que el hombre hace, también la cultura
engloba a la ciencia, a la salud, a la educación y estas disciplinas permiten
que ampliemos nuestros horizontes; ergo: nuestra misma cultura.
Decía que este gobierno
transitorio es incapaz, casi igual que el gobierno de Evo lo fue en 14 años de
desazón cultural y pachamamismo nacido de charlatanes; lo reafirmo basándome en
tres puntos: primero, el abandono que han hecho a la educación, no planteando
nada más que la destrucción de los principios de la anterior ley (seamos francos, la ley Nro. 070 era una reverenda mierda, ya sé, pero ¿qué ha planteado a cambio el gobierno de
Añez, más que hacer revanchismo nacido de complejos de inferioridad y decirnos, siempre que se manifiestan: “Dios nos bendiga”?); segundo, el abandono a la salud, que
ahora se ve en toda una gama de errores y desaciertos, unos nacidos de la
incapacidad de sus recomendados, y otros originados por escándalos de
corrupción de sus mismos recomendados; y tercero: el abandono a la cultura en
todas y cada una de sus facetas, no cumpliendo los deberes que adquirieron al
proclamarse gobierno, como la cancelación de los premios nacionales de
literatura en todas sus disciplinas, de la anulación o ataque hasta la obsolescencia de los pocos (poquísimos) logros culturales del anterior gobierno.
Sergio Almaraz expresó en “Réquiem
para una república”, una de las frases más acertadas que servirían para los
gobiernos añejos, presentes y los que vendrán (incluido, si la mala suerte no nos jode, a esos Beto y Enrique
de Camacho y Pumari), al menos en Bolivia: “Se sentían dueños del país pero al
mismo tiempo lo despreciaban”.
Esperemos que la misma ineptitud
que hizo que el MAS se hundiera, haga que este gobierno transitorio haga algo más digno que cagarla,
porque solitos se están poniendo la soga al cuello...
...Y que ¿Dios? nos cuide la educación, la salud y la cultura.
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