Para A R y S.
Lado A
Aunque estoy a punto de dormirme, lo veo y siento que él
también me ve: jorobadito, rojo, negro y seguro con olor a nailon y a kerosén
(la luz del poste que traspasa la ventana, alumbra la mesita donde descansa);
lo veo todo nuevo, todo cuidadito, y con el único parlante mirándome como un
monstruo, mientras protege en su interior el casete que Marcelo grabó
especialmente para mí y que, dijo, no tardará casi nada en convertirme en un
hombre de verdad: algo nuevo, comentó, pero antigüito nomás; algo que yo no
conocía, pero que era parte de lo mejor de lo mejor... y, achinando mi vista
logro verlo, casi desaparecido en la oscuridad: el casete con sus ojos de
monolito y sus pestañas dentadas. Qué capo el Marcelo y qué capos mis padres
por haberme regalado esto para mis cumpleaños. Le susurro un gracias al Marcelo
por el casete pero sé que no me escuchará: está de lado, como mirando a la
pared, echado en su catre; de seguro está tocándose y pensando en esa ñata del
curso de la promo... Mejor no lo molesto. Veo el radiocasete y miro su único
ojo, negro, brillante en medio y con foquitos de colores alrededor: verde,
rojo, azul y amarillo... todos los foquitos brillan cuando hay música y
acompañan a la batería y a las guitarras, y se encienden como si supieran que me
gusta verlas cuando eso sucede; por eso quiero apretar el botón e imaginar,
como en esos vídeos que alguna vez vi por la tele, que soy como esos tipos que
revuelven sus cabellos y rasgan la guitarra sacando la lengua y riendo, como si
nada les doliera... ¡Ufa, imaginarme vestido con botas altas, ropa apretadita y
negra, todo libre pero dentro de una gira de conciertos, sentado en un asiento
ancho y retorcido de bus, rodeado por mis compañeros, fumando, bebiendo y
hablando de cosas profundas que no sé pero que siento que son únicas...!
Imaginarme con lentes oscuros y redonditos, con calor pero no hediendo y
disfrutar de una chica a mi lado, de rostro bonito y de lindo cuerpo, como el
de las vedettes argentinas o el de las chicas que actúan en películas de terror
y visten siempre con ropas apretaditas; sí, acompañado de una mujer bonita,
buenaza pero bondadosa con los demás y comprensiva con mi carrera y mis vicios,
mientras el sol está bajito, casi lamiendo el piso, y muchas mujeres, entonando
un cántico, me recuerdan que algún día moriré y seré recordado por muchos y que
dejaré un legado como lo hiciera el dentudo-bigotón de Queen; aunque no tanto
por su pinta de maricón, sino por mi amor hacia la vida, hacia la filosofía y
todo eso... Alargo la mano y mi dedo busca apretar el botoncito del triángulo
que dice Play pero que se pronuncia Pley, como lo dicen en inglés; el dedo está
a unos centímetros, sé que puedo alcanzarlo, pero siento, por alguna razón, que
no lo lograré. La luz que viene de afuera y me hace doler los ojos parece
alumbrar con más fuerza este momento. Qué huevada, me digo. Qué huevada, me
repito. Me esfuerzo por salir de la cama y alargar el brazo y la mano, y cuando
presiono el botón suena como que mi espalda se ha roto: no quiero averiguarlo,
no todavía, y escucho un rasgueo nervioso que sé cómo continúa... Las luces del
parlante no brillan todavía, pero sé que brillarán cuando el riff esté
acompañado por la batería y el bajo y por todas esas cosas, y, por fin, ¡el
ruido comienza a joder mis oídos! y sé que es ese huevón de mierda del Ramiro
con su radio otra vez: primero jodía con música romántica: que el Franco de
Vita por aquí, que el Ricardo Montaner y el Carlos Mata por allá, ¡y ahora con
esto, mierda, que suena peor!; tengo trabajo, carajo, mucho trabajo... no puedo
estar a las, a las, a ver... ¡a las tres de la mañana escuchando todo esto! Te
juro que si no para esa cochinada le voy a dar unos buenos palazos en la
espalda, conchasumare, vas a ver cómo se pone después de perjudicarme; tú pues
le das sus gustos, sino, ¿de dónde compra todas esas cosas?... a ver, y...
alalau carajo, ¡qué frío de...! me acuerdo que yo no era así de joven: claro
que escuchaba música fuerte, pero era distinto: escuchaba a los Sui Géneris, a
los Ovnis, a los de Wara... y es que ellos tenían propósito pues, no eran como
esos cojudos que rockean como si estuvieran ansiosos de arruinar la vida de los
demás a las tres de la mañana sin pensar que esos demás tienen que ir a
trabajar durante casi doce horas sin descanso y además soportando a los
clientes de mierda que son casi todos unos gordos hijos de... ¡fruuú, alaláu
carajo, fruuú, qué frío! Así tengo que levantarme a estas horas y encontrarlo a
uno con su música y al otro con las manos en la pija, haciéndose la mamaleta...
no vale pues, ¡quiero dormir, la puta que los parió! A ver, ¿dónde están mis
zapatos? Pásame los zapatos pues, ¿no ves que estoy al otro lado y no alcanzo?,
esos de allá, los oscuritos, de cuero... ¡no, esos, mujer, esos que están
ahicitos! ¿Estás ciega o qué? Como si no pudieras verlos, carajo, si están
cerquita, ¡aquí, vieja, aquicitos!, ¿no te das cuenta, Alicia?, ¿no puedes
intuir que quisiera estar cerca de ti, que quisiera huir contigo esta noche a
cualquier lugar...? Pero sé que no puedes ni imaginarlo porque no tengo
trabajo, tengo tan solo dieciséis y todavía duermo en este cuarto con mi
hermano menor... ¡No sabes cómo quisiera despertar y verte con un vestido claro
y largo, con el cabello recogido y con guantes largos y blancos que suban hasta
tus antebrazos, esperándome con una sonrisa y detrás el colegio y una fiesta de
gala; juntos, esperanzados de todo, solos para el mundo, pero teniendo también
al mundo pendiente de nosotros, mientras disfrutamos de un atardecer...! Amor,
cómo quisiera que todo lo que estoy deseando suceda, que no solo sea mi alma la
que ansía esto, sino también la tuya... y para colmo sigo así, silencioso,
intuyendo señales, pistas y signos en todo lo que me rodea, mientras sigues sin
darte cuenta de lo que quiero para ambos... pero amor, deseo con todo mi
corazón estar contigo, descubrirte lentamente, amarte como nadie y poder decir,
cuando pueda vivir contigo, que así quiero mi vida, así quiero convertirme en
una estrella de rock que componga canciones con sentido, hacer música de fondo
para películas de terror y de acción, y maquillarme como vampiro y que, aunque
feo y temible, les guste a las chicas... El parlante abre su ojo bien grande y
todas las luces se prenden, iluminan el cuarto e intentan acompañar a la
batería y a la voz sin poder hacerlo por completo y la voz sigue y canta no sé
qué cosas porque no sé tanto inglés y, aunque me llena de dudas lo que podrá
decir el cantante, sé que es algo bueno, muy a pesar de lo que digan la dueña
de casa y su hija, esa china fea, gorda y negrilla, sobre los rockeros: que
muchos se han muerto ahogados en su propio vómito, en accidentes de tránsito
por estar borrachos o drogados, y que si pones la música al revés de canciones
de ese estilo, es decir, si desarmas el casete y lo armas con la cinta puesta
al revés, encuentras mensajes ocultos como Métele el dedo a Cristo o Viva Satán
y la marihuana o encájale tu pija por el poto a Jesús; pero depende mucho de la
canción en cuestión y también de tu paciencia, que esas canciones no son tan
malas, gordo, ¿acaso no recuerdas lo hippie que eras cuando salíamos, con tus
patillas casi hasta los labios, y cuando usabas pantalones largos y
acampanados?; el Ramirito es chico todavía para saber lo que es bueno o malo en
esas músicas, dejá que decida por sí mismo, no lo molestes, te aseguro que
después de un tiempo se va a calmar porque primero va a aburrirse; mejor ven
aquicitos, que está haciendo frío, y... ¿te has dado cuenta? Ya ha rebajado el
volumen de la radio; ahora, ven aquí y ponte detrás, gordo, que me gusta que
estés ahí, y porque así podré enseñarte a hacer bien el enrollado, hija, pues
no es tan complicado, como dicen las comadres; esto me lo enseñó tu abuela
cuando yo todavía era una niña: se tiene que hacer siempre a esta hora por el
frío, ya que van a ser las tres, y ayúdame pellizcando de esa oreja, ¿está
suave? Ya, ahora, como le estoy metiendo el cuchillo en la mejilla, igual
haz... muy bien, ahora lo levantaremos y llevaremos a la batea a la cuenta de
tres, ¿bueno?: ¡uno, dos, tres!, ¿ves?, la carne ya ha hervido suficiente, por
eso casi se deshace; seguro que de aquí saldrán cuatro kilos de enrollado;
bueno, así como está, hay que trozar, desmenuzar y raspar hasta el hueso, pero
primero hay que romper la mandíbula; para eso, de la parte de arriba me lo vas
a agarrar y yo de la quijada, y jalamos también a la cuenta de tres, ¿ya?
Bueno, ¡a la una, a las dos, y a las tres de la mañana, en partes específicas
de la ciudad, escuchamos una canción de rock a todo volumen, exactamente a las
tres de la mañana, hermanos, a la hora que conocida como la hora de las
brujas...! Esto no es más que una señal de que el maligno está entre nosotros,
y que al final de esta primera década del siglo de las revelaciones, nuestro
salvador vendrá y desechará a los injustos, expiando, con la sangre de los
inocentes, los pecados del mundo, como Él hiciera con Su hijo, pero, ¿están
interesados en saber por qué sucede todo esto, hermanos? ¡Es que hay rumores de
guerra, de genocidios en África, en Sarajevo, en Perú y en Colombia;
homosexuales y lesbianas queriendo casarse entre ellos, ellas y elles en todo
el mundo y música con mensajes satánicos!, hermanos, todo esto nos demuestra
claramente que el fin está cerca y que este año es el año de las revelaciones
más significativas y definitivas, porque Yo-Soy-El-Que-Soy lo dice: la
corrupción y la ciencia aumentarán por la simiente del hombre y la carne muerta
resucitará, pero primero terminaremos de trozarla antes de condimentarla; a
ver, rebajá un poco la radio, hija, que ese cristiano me asusta un poco y...
¿qué?, ¿que no es de la emisora? Sí pues, ni modo que esté hablando a esta hora
el pastor, pero mami, debe ser cierto, por algo le siguen muchas personas ¿no?,
es decir, si en la congregación la anterior nos ha hecho escuchar músicas rock
al revés y me ha dado harto miedo seguirlas escuchando porque dicen cosas feas
y para colmo al hijo del tapicero, al mayor, le gusta ese tipo de músicas y yo
le digo que se vaya al infierno siempre, además bien creído es, mami, como si
fuera cualquier cosa siempre nos trata a las chicas del colegio nomás porque
está enamorado de la Andrea, una muchacha de la promo, una muchacha también
creída, aunque no como... ay, ¿escuchas, mami?, no, no es de la radio... si le
estoy rebajando ahorita... pero, ¿de dónde vendrá esa música? Es igual rock...
¿has escuchado lo que ha dicho el pastor, mami? A ver, escuchá de nuevo...
esperá un cachito, que lo estoy haciendo retroceder el casete... ay, mirá tu
reloj, ¡son las tres!, ¡y dice que, a las tres de la mañana, en partes
específicas de la ciudad, escuchamos una canción de rock a todo volumen,
exactamente a las tres de la mañana, hermanos, a la hora que se conoce por la
hora de las brujas...!; ¿has escuchado? Ya me dio miedo, mami, mejor sigamos
con el enrollado, porque no es hora para hablar de esas cosas ni de escuchar
música de ese estilo, Ramiro, dormite nomás, dejá descansar y la próxima te
llevo al concierto de los de Scoria, que mañana es mi examen de matemáticas a
las ocho y como son las tres de la mañana, hija, a mí también me ha dado
miedo... mejor seguiremos haciendo el enrollado, hay que tostar la carne
trozada en la batea con comino y pimienta y sal hasta que tenga un sabor dulce
y salado al mismo tiempo; ¡así!, bien ¿no?, luego envolveremos esta carne en la
bayeta y la prensaremos y trancaremos con el batán de cemento y con otras
piedras, y ya estará el enrollado, no se hace nada más: la grasa y la sangre
del chancho, con el frío, hacen que las carnes se peguen en un solo coso; se quita
la bayeta y el famoso enrollado ya está: por eso le dicen así, hija, porque
está enrollado en sí mismo, y después de hacer todo eso, nos vamos a descansar,
porque mañana a las nueve o diez ya tenemos que alistar los sándwiches para
llevarlos a los locales..., mejor nos apuraremos para poder dormir tranquilas y
no pensar, pues pensar es sinónimo de desencanto, y escribir a estas horas
resulta complicado. Todo se mezcla, desde los padres en faena sexual, hasta los
niños principiantes en las artes de la simbiosis estética de sus propios
gustos; mejor escribo sobre Irene, que no alcanza a marcar mi corazón en todos
sus sístoles y diástoles, pero sí incomoda con su presencia: bajita, ojos color
miel, piel tersa, piernas firmes y hermosas, como un par de dedos de ángel que
se humedecieran en una fuente de leche tibia, una tarde donde no existe más
dolor que el de extrañarla, aunque, si sigo escribiendo, tratando de evadir mi
soledad, me toparé con lo que los vecinos piensan, desean, ansían y todo será
una cadena de voluntades y no alcanzaré a terminar ni un cuento, ni a publicar,
como dice el tapicero, ni una maldita cosa en mi puta vida; el papel es muy
blanco ahora, el silencio es muy rudo y las respiraciones, muy molestosas.
Creador de estrellas, de universos, de mundos y de personas, no alcanzas a
escribir sobre Irene porque Irene no está más que en tus ínfulas de éxito. El
papel es demasiado blanco y el silencio de las tres de la mañana parece
perjudicar, porque de improviso los adjetivos son muy valiosos y la obsesión
por ser reconocido es lo primordial... Creo que estoy borracho de tanto
intentar escribir y no conseguirlo, bebiendo mientras tanto este ron que me
regalaron el año pasado y despejando así mi frustración y mi conciencia... Creo
que voy a salir a pasear, pues si no he escrito nada, quizá el aire frío me
ayude; escucho afuera un ruido y creo que es música, la música de las tres de
la mañana de un viernes cualquiera: pesada, llena de vida y de caos, de
realidad y de sueños, que te llena y te proyecta hacia el cielo y no al
infierno como aseguran la vieja y la china gorda y negrilla de su hija, pues
esa música, atiende bien, esa música no habla de amor, amor por ti, que sigues
con el vestido claro, esperándome con los guantes suspendidos hasta los antebrazos
en esa fiesta que sé que nunca se realizará, ni tampoco habla de que seas mayor
que yo, Andrea, y que te hayas metido con medio colegio, desgraciada, ni
tampoco sobre el que te haya hablado de los zapatos que, estoy seguro, están al
otro lado de la cama, vieja (y sé que no puedes alcanzarlos por gusto), ni de
cómo hacer enrollado de cerdo escuchando a un pastor en un aparato viejo que
reproduce un casete grabado sobre los extraños sucesos de sectas satánicas que
adoran con rock pesado a las tres de la mañana a los demonios más emblemáticos,
ni nada por el estilo; esa música, atiende bien, esa música es solo música,
gordo, música de adolescentes, y ahora éntrale, que quiero más, así, gordo,
más, así, más fuerte, gordo, qué rico, dale, más..., ¡MÁS, QUE SUBAS EL VOLUMEN
MÁS, Ramiro, que lo he pensado ahorita y al fin y al cabo no puedes escuchar a
Nirvana con el volumen bajito: a Nirvana se lo escucha con respeto y con
volumen alto, carajo, y de paso les jodemos a la dueña de casa, a la cabrona de
su hija y a su inquilino, ese huevón que dice que escribe y que se ha quedado
solo y chupando cada día desde que su mujer lo ha dejado! Así, hazlo, carajo,
hazlo; ¿ves? El radiocasete lo alumbra todo, la música inunda el barrio y,
aunque estoy a punto de dormirme, lo veo y siento que él también me ve:
jorobadito, rojo, negro y seguro con olor a nailon y a kerosén; lo veo todo
nuevo, todo cuidadito, y con el único parlante mirándome como un monstruo,
mientras guarda en su interior el casete que Marcelo grabó especialmente para
mí y que, dijo, no tardará en convertirme en un hombre y, con mucha más
seguridad, en un gran hombre, si le subo el volumen al máximo...
Lado B
La noche se enfrascaba en el silencio y parecía detenerse en
las sombras de las casas; una silueta, inquieta, caminaba de aquí para allá y
se tocaba la cabeza pensando, pensando en por qué podrían estar tardando tanto,
si les he dicho a esta hora... no puedo seguir con la duda, no puedo, y si
continúo esperando, me moriré de nuevo por derrame de paciencia, ¡malhaya sea
mi suerte...!, no debía haber aceptado, ¿y para esto tanto habré viajado?; si
la próxima vez deciden elegirme, me tendré que excusar, diciendo que Tarija
queda muy lejos... Y caminaba de una calle a otra, frotándose las patillas y la
barba con fruición, pero nunca terminaba de entrar en calor, pues Óscar Alfaro
hacía décadas que había dejado el mundo de los vivos; y, aunque este detalle no
importara, esa noche Óscar haría de maestro de ceremonias y tendría que recibir
a los invitados que llegarían a esa casona de la calle Catacora, cerca de la
iglesia... Quejándose del frío que podía hacer temblar hasta a los muertos,
escuchó que le decían buenas noches, querido, y él ¡pero si es doña María
Josefa Mujía! y le sorprendía reconocer que ella siempre saludaba primero, como
si pudiera distinguir a kilómetros a los bardos, y también era la más puntual,
a pesar de venir desde Sucre; el gusto es mío, Oscarito, pues me encanta
asistir a estas fiestas para escuchar a los amigos; pero pase, doña María,
pase, un gusto saber que es la primera en llegar, y agora, Oscarito, ¿por dónde
me acomodo?, usted decida, mi adorada, y el poeta recuperaba la esperanza
enfrascada en el apuro del acontecimiento y, tratando de reconocer siluetas,
distinguió una en particular, recta, de aparente agresividad, y el creador del
Apóstol Suplente se presentaba, con los ojos entornados y la sonrisa en un
hilo, estirando la mano para apretársela al chapaco, quien no era afecto a los
apretones, quizá más a los abrazos; pero pase, le decía, es un gusto verle tan
bien, cumpay, qué churo; gracias a vos, Óscar, decía el poeta, por recibirme
siempre como a un hermano, e ingresaba...; ¿será que los más puntuales en
Nuestra Señora son los que vienen del interior?, se preguntaba y, mientras
pensaba, fue sorprendido por una mano delicada que en su hombro se había posado
y el salto que dio fue de alegría más que de horror, pues una señora radiante
lo saludó, preguntando si el invitado principal ya había llegado: No, querida
Adela, le dijo, pero están ya adentro un par de nuestros amigos; deseo que no
te enfríes más esperándoles, querido, y le apretaba la mano, como provocando
fuego en sus dedos; y de pronto el encuentro de Óscar con la señora Zamudio se
vio interrumpido por un trío de recién llegados y uno decía que este visitante
profundo habita en el valle y en las trompetas y en las trompetas, decora una
penumbra. Vaga por los acordes y los perfiles diversos y aquí, en la ventana y
allá en el monte de la suprema finura, este viajero me... y era interrumpido
por el otro, que decía que convertirse en gato era la suprema finalidad del
misterio... y el tercero, aparentemente tímido, terminaba diciéndole a Óscar,
en la puerta de la casona, que no hermanito, vas a disculpar, no puedo hacer de
punta de pirámide, están mejorcito el Jaime y el Arturo juntos, como
hermanitos, yo prefiero dejarlos aquí e irme a llaukarar animitas verbenitas y
armarme unas k´ullunitas k´arampampeando por ahí pampitas... y Óscar: bueno,
Víctor Hugo, no te preocupes y a ver si la próxima podemos brindar al menos un
Chuflay y conversar un poco, y Víctor Hugo, metiéndose la mano en el bolsillo
interno de su chamarra, sacaba y le mostraba un alquiur de noventa grados, si
eso pudiera existir, claro, y se iba, dejando al hombre del escalpelo y al
pintor del filicidio entrar como si fueran siameses del destino. Óscar se
sintió más tranquilo: por fin estaban llegando los paceños a la fiesta de
bienvenida que en Nuestra Señora ya estaba aconteciendo... Será la tradición,
se dijo, llegar tarde cuando uno vive cerca... y recordó su infancia, cuando
jugaba con los animalitos que visitaban su jardín, y recordar le hizo pensar en
viajes en el tiempo, sintiendo que era, de nuevo, interrumpido por otro grupo,
pero esta vez más numeroso que el trío anterior: eran los vates de Gesta
Bárbara y, mientras Óscar los recibía, agradecía que no muriera todavía el
elegido, porque quería que todos los invitados llegaran antes de aquello. Miró
el cielo y la luna en cuarto creciente, y supo que faltaban cinco o a lo mucho
seis minutos para las tres de la mañana y cuando deducía esto llegó don Franz
Tamayo acompañado de Alcides Arguedas, extrañamente entusiastas por platicar en
“vivo” y no a través de correspondencia mediática; además, justo detrás de ellos,
apareció Crispín Portugal, el más joven y reciente de todos, y Óscar lo recibió
con cordialidad, pero, muy dentro suyo, estaba tan imbuido en sus pensamientos
sobre lo que sucedería, que comenzó a ponerse nervioso porque los encargados de
dar la bienvenida estaban tardando demasiado... y por fin, en el preámbulo del
infarto, platicando sobre los aspectos de la muerte y de la vida, su
continuidad y su devenir, aparecieron ellos por la esquina norte de la calle;
el primero se le acercó y le dijo ¡tocayo, usted siempre tan cordial!, no se
preocupe, que yo seré el maestro de ceremonias el año próximo... y Óscar:
gracias, señor Cerruto, sus conocimientos sobre el más allá y la comprensión de
la existencia siempre serán bienvenidos... y tú también bienvenido seas,
Edmundo, creo que siempre será un gusto escuchar tus sonetos... Y de improviso
sonaron, cerca de la Plaza Murillo, las tres campanadas que avisaron a todos
los reunidos sobre lo que sucedería pronto, lo que bien sabían que habían
sentido que sucedería y por lo cual habían sido convocados: las tres campanadas
sonaron y al mismo tiempo algo vibró cerca del taller del tapicero, una
guitarreada fugaz y luego un infierno melódico... Algunos dirigieron sus
miradas a Crispín Portugal...; y Crispín, sonriendo, solo pudo decir Nirvana,
es Nirvana, y todos asintieron, sin comprender qué era eso de Nirvana, es
Nirvana... y luego percibieron, un poco más lejos de aquella música, una puerta
siendo azotada con violencia, el ruido de un bocinazo... y algo parecido a un
golpe, y esperando en silencio, todos haciendo un círculo en la sala, supieron
que ya era el momento de recibir al nuevo miembro del club de escritores
evanescentes, que apareció en el centro de la sala como por arte de magia y
pronunciando el nombre de Irene como si fuera un mantra o un salvoconducto que
le ayudase a atravesar el límite que separa aquel mundo del nuestro, señores...
y pues bien, acá está nuestro colega, ¡bienvenido seas!, y no te asustes, que
acá Óscar Cerruto te explicará todo lo que deseas saber sobre tu nueva
naturaleza y Edmundo Camargo tratará de convencerte de que no es malo morir tan
joven...; mas no te preocupes, que esta noche festejaremos, pues como Nuestra
Señora de París era una fiesta, no dudo que Nuestra Señora de La Paz también lo
sea... ¡Así que bienvenido seas a esta eterna fiesta, colega, y que corran las
cervezas como ríos de Oro!
Archivo de imágenes:
1º foto: https://poetasdelfindelmundo.com/narrativa/un_gato_con_apellido-jaime-nisttahuz/attachment/rene-bascope-alfonso-gumucio-dagron-felix-salazar-jaime-nisttahuz-y-manuel-vargas/
2º foto: https://culturacolectiva.com/letras/victor-hugo-viscarra-libros-biografia
Comentarios