(El próximo libro de Silvia Daza de Rodríguez es grandioso,
espérenlo che; ¡yo seré el primero en comprarlo!)
Entre una ternura empírica y una visión sincera de la vida
desde lo literario, Silvia Daza de Rodríguez sorprende con esta selección de
cuentos que, de llenar de ternura y de emoción primero, pasan a crear en el
lector, después o más temprano que tarde, sea cual fuere su humor o condición,
un nivel de empatía único; “Así se escribe”, me decía, con los puños cerrados,
mientras leía estos cuentos entre la sonrisa y la emoción: “Así se escribe, con
sencillez, mas no con simpleza, ¡como Steinbeck hacía!”: cada cuento se conecta
de una manera lúdica con el posible, hambriento lector, ansioso por historias
que le despierten algo, y Silvia, nuestra querida Silvia, sin dudar ni apartarse
de su propio espíritu narrativo, no decepciona en ningún momento; es más, nos
envuelve en su trama literaria, como arropándonos, antes de llevarnos por las
tierras de Morfeo.
Podría ser que “Amoríos después de los cincuenta” y “A la
morena le gusta visitarme” fueran el epítome emotivo del libro, mas no son los
únicos cuentos que dejarán al lector mal parado, o más que mal parado,
sorprendido por llegar a alcanzar un nivel de felicidad, porque, como sabemos
algunos, más ellos que yo: leer es una forma de felicidad, ya lo había dicho
alguna vez Borges, y Silvia domina estos senderos de dicha, de una manera única
y por ello admirable.
Me he acostumbrado a que las narraciones me enseñen
algo, que cambien mi perspectiva de vida de alguna forma, aunque sea un poco, y
con el libro de Silvia no sabía por dónde comenzar, porque me dejó mucho, más
de lo que esperaba, quizá más de lo que pueda entender jamás. Podría decir que
me sentí como al comenzar mi aventura de lector, hace veintiocho años, allá,
oculto en el taller de tapicería de mi padre, siendo solo un niño, con las
rodillas raspadas y sucias por el fútbol, las mejillas p´aspas por el frío y
los ojos enrojecidos por saber, por primera vez en mi vida, que tenía un nudo
en la garganta y “sin motivo” (¿por qué estoy llorando, si no me he caído, ni
me han pegado?, me pregunté esa tarde); oculto del mundo y de los problemas que
pasaba mi familia en ese momento, había terminado de leer mi primer libro de a
de veras y al mismo tiempo había comprendido que, a pesar de ser ficción y de
no conocer en vivo a quien lo había escrito, aquel libro me había tocado el
alma... Damas y caballeros, lectores de toda edad y creencia: este libro de
cuentos de Silvia Daza de Rodríguez me despertó la misma sensación de dicha;
léanlo y vívanlo, por favor, léanlo y vívanlo.
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